La astrología moderna le concede
una importancia considerable al día de nacimiento
de la persona, de la que se estudia la vida y carácter. Las revistas
astrológicas, que tienen que depender de datos simplificados y generalizados
para poder alcanzar un gran número de personas, han sido responsables
en parte de este énfasis exagerado de lo que se le llama el "signo
solar" de una persona. Como regla general, todos sabemos en qué día del
año hemos nacido, y ese día -el cumpleaños- calcula dentro
de un límite de pocos grados la posición del Sol en el zodíaco. Así,
se ha desarrollado entre las personas interesadas en la astrología, incluso muy
superficialmente, la costumbre de decir. "Soy Aries", o "Soy
Virgo", etc. queriendo indicar que, en el momento de su nacimiento, el Sol
estaba situado en el signo zodiacal de Aries o de Virgo.
Tal identificación del "yo" con la posición zodiacal del Sol tiene sin duda una validez muy real; sin embargo, y a pesar de que al Sol se le puede considerar como el factor más básico de una carta natal, no es el único factor de importancia fundamental, y la posición del Sol en el zodíaco no es la única manera de caracterizar su significado particular en el tema natal de un individuo. El zodíaco, como ya se dijo, es un ciclo de posiciones que registra el movimiento anual aparente del Sol desde el equinoccio vernal (el punto designado como cero grado de Aries), es decir, desde que cruzó el plano del ecuador en dirección norte.
Sin embargo, el zodíaco registra el camino del Sol como si nada existiera ni se moviera de un lado para el otro exceptuando este autócrata celeste espléndido y magnífico, el Sol, nuestro "rey". De la misma manera en que la mayoría de las personas consideran a su "yo" también como tal figura regia y grandiosa que vale por si sola en su pequeño universo, es natural que quieran identificar el carácter esencial de su propia persona con la posición zodiacal del Sol. Se entiende que el Sol es aquel que existe por sí mismo y que de él fluye toda vitalidad y energía. Se dice que se remite al "propósito" básico de la vida, a la "voluntad" del hombre "verdadero". Estos factores solares no se encuentran inherentemente afectados por cambios o por relaciones: es la naturaleza terrena la que, al orientarse a sí misma de manera diferente ante ellos, les hace parecer ser diferentes. Sin embargo, en la astrología geocéntrica la Tierra no tiene parte alguna en las relaciones celestes: sólo es el recipiente de las influencias espaciales, el objeto sobre el que actúan los cuerpos celestes. Las relaciones astrológicas se refieren únicamente a los movimientos de dos o más cuerpos celestes, y la relación entre el Sol y la Luna es normalmente la primera en ser considerada, siendo desde luego, algo absolutamente básico.
La relación cíclica entre la Luna y
el Sol es lo que produce el ciclo lunar, y cada instante del mes y del día
puede verse caracterizado significativamente por su posición dentro de este
ciclo lunar. Por tanto, una persona puede decir: "Soy Libra". A los
seres humanos se les puede dividir en tipos según el significado simbólico de
los periodos más importantes del ciclo lunar además de dividirlos según
los signos del zodíaco. Pero cuando se hace esto, el factor básico que se usa
como fundamento para clasificación no es el Sol solamente, sino la relación
Sol-Luna; y la clasificación se refiere a un aspecto o nivel del ser humano
total en la que el elemento de afinidad es de suma importancia.
Sí se describe al hombre y se clasifican a los tipos humanos en lo que se refiere al propósito arquetipo de su vida (es decir, de la "idea" de Dios de lo que debería ser o en lo que deberá convertirse el hombre), entonces la posición zodiacal del Sol en el momento del nacimiento es una indicación simbólica lógica y suficiente. Pero el hombre no es sólo una entidad unitaria que se encuentra en un aislamiento espléndido o que tiene un carácter que incluye una altivez trascendente con respecto a todas las relaciones. El Sol brilla por una finalidad, digámoslo así: pero el cumplimiento de esa finalidad incluye otros factores además del brillo solar. Incluye a intermediarios y agentes distribuidores que vinculan a la emanación del espíritu solar y los materiales caóticos de la Tierra, dentro de las estructuras adecuadas.
Estos agentes operan en el hombre en dos campos básicos: el campo de la dualidad y "vida" bi-polar, representado por la relación Sol-Luna (es decir, el ciclo lunar), y el campo de la integración múltiple, representado por el sistema solar como un todo cósmico, con sus múltiples ciclos interplanetarios. En esta obra estoy exclusivamente interesado en el primer campo citado, en el proceso básico según el cual la necesidad de la Tierra y sus criaturas convocan desde el corazón del Sol un nuevo impulso o vibración que se puede asimilar y usar gracias a las varias estructuras u órganos concretos que construye la Luna. La finalidad solar por si sola significaría poco sin las formas y medios necesarios para convertir esta finalidad en algo real. El impulso más espiritual es algo bastante vano, a menos que uno descubra un método y unos agentes adecuados para hacer que funcione.
El impulso solar debe ser utilizable, este es el primer paso. En el tiempo debido, tiene que revelar su propósito a la consciencia, la cual puede transformar entonces el impulso instintivo y ciego en consciente, significativo y creador de actividad humana, este es el segundo paso. El primer paso describe la primera mitad creciente de la lunación, mientras que el segundo se refiere al periodo menguante de la misma.
Aquí debo hacer hincapié una vez más en el hecho de que a las "fases de la Luna" no se le pueden considerar como factores lunares. Son los resultados de la relación Sol-Luna: El Sol se desplaza de la misma manera en que lo hace la Luna. El ciclo lunar es la combinación de sus movimientos periódicos. Así, si decimos de un hombre que es del tipo "cuarto creciente", no lo evaluamos desde un punto de vista lunar, sino en términos de un factor Sol-Luna. A este hecho hay que darle énfasis porque, obligados por la circunstancia obvia del cambio de aspecto de la Luna, los hombres han creído implícitamente que, durante el periodo lunar, la Luna misma experimenta cambios. Pero la Luna no cambia. Su luz sí lo hace, y su luz es su ofrenda de los productos de la relación Sol-Luna a las criaturas terrestres.
El "aniversario lunar" de un individuo es, por tanto, la fase particular de la relación Sol-Luna que operaba en el momento de su nacimiento, de la misma manera en que su cumpleaños oficial (en términos del ciclo del año solar) representa, aproximadamente, el punto alcanzado por el Sol en su viaje zodiacal anual. Mediante lo último, podemos descubrir la naturaleza de la energía primaria y del propósito arquetípico básico de un ser humano; a través de lo primero aprendernos cómo opera el proceso de la vida en el individuo, y cuál es su actitud característica al resolver los problemas reales de la vida que surgen de las relaciones y al resolver de forma concreta y práctica el propósito arquetípico revelado por el grado zodiacal del Sol natal.
El primer tipo de señal que manifiesta el aniversario lunar depende de si ocurrió durante el periodo creciente o menguante de la lunación. En el hemiciclo creciente, se le concede mucha importancia a la facultad de crear estructuras orgánicas; en el hemiciclo menguante, a la facultad de liberar significación creativa o de derribar estructuras anticuadas que ya no puede satisfacer las “necesidades de la época”.
Tomado de Dane Rudhyard: El Ciclo
de las Lunaciones
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